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El llanto del bebé

 

« ¿Lo tengo que coger si llora? », « ¿No lo malacostumbraré? », « ¿Y si me está tomando el pelo? »… En muchas encuentros de padres y madres, el llanto es un de los temas más recurrentes y que más preocupa, sobre todo cuando los niños todavía no pueden expresar verbalmente lo que les inquieta o incomoda.

Éstas preguntas surgen porque las últimas generaciones en nuestra sociedad se han basado en la cultura de la separación de los niños. A partir del siglo XVIII empezaron a aparecer los primeros cochecitos, las nodrizas… Más adelante aparecieron los biberones como utensilio habitual en la crianza… Los colectivos de aquella época no querían que se les viera con los niños en los brazos, ni amamantando, de manera que estos aspectos de la crianza quedaron para los colectivos menos favorecidos social y económicamente.

Esta cultura de la separación, y ciertos métodos y creencias que apuestan por que el niño no esté en contacto con el adulto, han generado unos tabúes y unos mitos que son los que nos pueden hacer dudar ante el llanto de un niño… ¿Reaccionamos o hacemos como que no lo oímos?

Las necesidades básicas

Para entender el llanto del niño, en primer lugar debemos ser conscientes de cuáles son sus necesidades básicas, ya que así nos será más fácil intuir qué puede necesitar.

Quería introducir aquí un concepto fundamental para entender la primera etapa de vida del bebé: la gestación extrauterina o concepto del continuum. Muchos autores, entre ellos Jean Liedloff (1), hablan de un concepto de conti- nuidad entre la vida uterina y la extrauterina. Los humanos somos el único animal mamífero que nace totalmente dependiente del adulto, lo que hace que, hasta los 9-12 meses cuando empezamos a ser mínimamente autónomos y a desplazarnos solos, nos hace falta estar en contacto permanente con la figura maternal. Como ejemplo, en esta etapa, si se deja un bebé sólo llora, y lo hace porque se siente en alerta, ya que nuestrp cerebro más primitivo nos dice que si estamos sólos nuestra vida puede estar en peligro.

Durante los nueve meses dentro del útero los niños tienen contínuamente alimento, calor, contención, contacto… Al nacer, deberían encontrar un hábitat ideal para ellos, que les pudiera continuar aportando lo que tenían dentro del útero. Este lugar es el cuerpo de la madre. Si podemos ofrecer al bebé este espacio, que biológicamente le toca, ya estaremos cubriendo, según Laura Gutman (2), sus necesidades básicas:

Comunicación permanente: las miradas, las palabras… el amor que la madre hace llegar al bebé.

Contacto: piel con piel en el momento de nacer, la situación del bebé en su hábitat biológic ouna vez haya nacido, el masaje, las caricias… ¡Recordemos que para el bebé la piel es el primer lenguaje!

Alimentación: debería ser un alimento continuo, a demanda, si es posible, y tener en cuenta que la leche materna es la que más beneficios tiene tanto para el niño como para la madre.

Los dos primeros años de vida de el niño son fundamentales para el asiento de las bases de personalidad. Por este motivo, si sus necesidades están cubiertas, lo estaremos ayudando a tejer una red emocional sólida y segura, que repercutirá en su autonomía, independencia y personalidad. Es por esto que realmente es importante atender sus demandas, del tipos que sean.

¿Por qué llora?

Una vez vistas cuáles son las necesidades básicas del niño, sobre todo durante el primer año de vida, podremos entender que cuando una de ellas no este siendo cubierta, el bebé llore y pida lo que necesita. En este aspecto, Aletha Solter (3) identifica dos tipos de llanto:

Llanto comunicativo: nos quiere expresar alguna necesidad no cubierta del bebé, ya sea física (alimentación, pañal sucio, dolor…) o emocional (contacto físico, comunicación, tristeza, enfado…).
Llanto sanador: el llanto como liberador de tensiones y de estrés. Es un llanto que no acostumbra a calmarse ni con el pecho, ni el chupete, ni los brazos… Este llanto puede estar sanando su nacimiento, la sobreestimulación, el estrés pre- natal, el estrés parental…

¿Qué podemos hacer?

Según el tipo de llanto, el adulto puede responder de diferentes maneras. Sería importante observar en primer lugar al niño para intentar averiguar qué necesita y/o qué le pasa. En este caso es interesante utilizar nuestra intuición para averiguarlo. Habitualmente, cuando una madre conecta con la intuición y sentido común, acostumbra  acertar cuál es la demanda de su hijo.

Cuando el llanto es de carácter comunicativo, es importante dar respuesta lo antes posible a la necesidad que intuimos que puede tener el bebé, alimentándolo, arropándolo, cogiéndolo…

Si el llanto es de carácter sanador, nos daremos cuenta porque es un llanto diferente a los demás, parece inconsolable. De hecho, lo es, porque no necesita que sea consulado, sino contenido. En este caso el adulto debería poder coger el bebé en brazos, o estar cerca, tocándolo, cuando es un poco más grande, y con palabras y afecto mostrarle que estamos con él, que puede llorar. Habitualmente cuando el niño se siente acogido en el llanto se siente más tranquilo, entendido y respetado, ya que es conscient que tiene permiso para llorar, y expresar lo que siente.

Cuando los adultos observamos que el niño tiene alguna necesidad física, no dudamos en darle respusta, no nos cuestionamos si cambiarle el pañal, alimentarlo, buscar un remedio por su malestar… En cambio, cuando intuimos que la necesidad es de carácter emocional o el llanto es sanador, nos surgen dudas sobre el tipo de respuesta que hay que darle.

¿Se lo debe dejar llorar?

Si lo hace de manera contenida, con nuestra presencia tranquila al lado, en nuestros brazos… le permitiremos que se sienta acogido y respetado en las necesidades. Es muy diferente cuando lo dejamos llorar solo de manera conti- anudada. En estos casos, físicamente, segrega cortisol, hormona del estrés, ya que se siente en situación de peligro. El bebé acabará necesitando el cortisol para relajarse, ya que habrá aprendido que, para dormir por ejemplo, necesita entrar en una dinámica de adrenalina que luego le hará estar relajado y podrá, por tanto, conciliar el sueño.

Emocionalmente, lo que sucede es tan grave o más, ya que el bebé siente que no puede confiar en sus figuras de vínculo, que no le dan respuesta a lo que necesita, que no lo cuidan, no lo atienden… Esto posteriormente podría generar falta de confianza en las personas más cercanas, lo que puede influir en los establecimientos de vínculo y futu- ras relaciones.

¿Cómo vivimos su llanto?

Aparte de lo que hemos comentado anteriormente, que venimos de una cultura de la separación del infante también debemos remarcar que vivimos en una sociedad tradicionalmente patriarcal, hecho que no favorece que se puedan mostrar las emociones abiertamente. Llorar en público, que los hombres lloren, contener a un bebé en los brazos mientras llora… no es una situación habitual de ver. Y normalmente los adultos no nos sentimos cómodos.

Afortunadamente muchos espacios educativos y muchas familias están tomando conciencia de la importancia del acompañamiento de las emociones y lo que generan, como puede ser el llanto. Gracias a este hecho, muchos adultos pueden contener y acompañar a los hijos en su aprendizaje emocional. Aun así, nos queda todavía un largo camino por recorrer, ya que hoy, todavía, se escuchan frases como: « ¡Ya te ha tomado el pelo! Ahora siempre tendrás que cogerlo cuando llore. Tan pequeños y mira como manipulan…». Un niño nunca pedirá nada que no necesite realmente. Es digno para él que así lo veamos y que nuestra actitud sea coherente con este hecho. Malcriar es criar sin amor, mal, desatendiendo… ¡No se puede malcriar con amor! ¡Seguid vuestro instinto, no os engañará!!

«Si tienes que llorar, hazlo. Tu madre está contigo» Marta y Xevi no entienden porque la pequeña Luna no deja de llorar. La pasean, la alimentan, le cambian el pañal… pero a pesar de eso el llanto continúa. Marta, finalmente, después de buscar una solución tras otra, conecta con su instinto, mira a Luna y le dice: «si tienes que llorar, hazlo. Tu madre está contigo. Entiendo que estás ansiosa porque mamá ha empezado a trabajar y pasas ratos con la abuela, pero siempre estaré contigo y te amaré». Luna sigue llorando, más suavemente… Lentamente va aflojando su cuerpo y se va rindiendo en los brazos de su madre.

Pongamos palabras Sea cual sea el tipo de llanto, habría que poder poner palabras a lo que intuimos que le puede pasar, explicarle lo que sentimos en aquel momento, que lo acompañamos y lo respetamos… Poner palabras es sanador, y ayuda al bebé a entender mejor lo que está pasando al alrededor, lo que está sintiendo, lo que siente la madre o el padre y  poco a poco, le ayudamos a diferenciarlo de lo que siente él mismo.

1: Jean Liedloff: investigadora que estudió la tribu de los Yecuana, en América del Sur, y creó el concepto del continuum.
2: Laura Gutman: psicoterapeuta familiar especializada en la maternidad y la crianza. 3: Aletha Solter: doctora en psicología, experta en emociones infantiles, disciplina no punitiva y educación basada en el vínculo

Para saber un poco más…

LIEDLOFF, Jean. El concepto del continuum. Editorial OB STARE. SOLTER,
Aleth., Mi bebé lo entiende todo. Ediciones Medici.
SMALL, Meredith F. Nuestros hijos y nosotros. Colección Crianza Natural.
GONZÁLEZ, Carlos. Llename de pitones. Editorial Angle.

Texto: NÚRIA ALSINA PUNSOLA.  Doula, maestra de educación infantil, especialista en primera infancia y crianza, educadora de masaje infantil y de reflexología podal infantil y asesora de portabebés.
www.espaimimam.com (nuria@espaimimam.com)

El plor del nadó
Descárgate el pdf original (en Catlán) :

El plor del nadó