Skip to content

La Llegada de un Hermano

 

Cada Maternidad es distinta, cada hijo, aunque tenga los mismos padres, vivirá una historia diferente a la de sus Hermanos.

Cuando un nuevo miembro de la Famlia llega, todo el sistema se tiene que readaptar, los roles pueden cambiar y hay un periodo de transición, de aceptación y también de duelo.

Los hermanos que eran hijos únicos, ahora no lo son, han de aprender a compartir el espacio y la atención de sus padres con alguien más. Si ya había más de uno, igualmente todos ellos pasarán cambios hasta que las piezas familiares vuelvan a ordenarse en el puzzle.

Y es que para los Padres, pero sobre todo para la Madre, el ser ésta figura de apego y amor incondicional puede representar todo un reto. Las hormonas están a flor de piel haciendo que el cuerpo empuje a sus instintos mamíferos y se concentre en cuidar, proteger y básicamente hacer sobrevivir al más vulnerable, el recién llegado. Por otro lado, los sentimientos y las emociones encontradas hacen, a veces, malas jugadas. Pasan tantas cosas por el corazón de una madre que tiene más de un hijo/a. El anhelo de poder criar a todos en Amor, Seguridad y Armonía… que a todos les toque lo mismo, que pueda estar ahí con igualdad para cada uno.

Pero la realidad es otra y es que por más ayuda que tenga, su simple atención estará dividida en muchas ocasiones, queriendo sostener y acompañar las necesidades de todos sus hijos, que en algunos momentos, se presentarán a la vez. Y todas, lo hacemos lo mejor que podemos. Ahí, hasta donde podemos llegar con Presencia y Amor.

La mirada hacia los hijos/as mayores cambia, quizás ya no son los bebés que eran, de pronto parecen gigantes al lado de un ser tan pequeñito y podemos sentir una ola de emoción al ver que nuestra criatura es ahora » mayor», que el tiempo ha pasado, ¡Volando! y que esa personita que ahora parece ser un poco más independiente, fue también un bebé hace no mucho tiempo. Con el paso de las semanas y los meses, la añoranza de ese tiempo juntos, exclusivo, en el que podíamos vivir aventuras juntos sin interrupciones, se ve ahora más difuso, por la simple razón de tener que atender las necesidades de alguien más pequeño. Tal vez se espera que el más grande ayude y entienda, pero realmente dependiendo de la edad, son quizás, aún «grandes bebés» que buscan la ayuda, la compañía y la presencia de su Madre constantemente.

Por otro lado el pequeño, invade con su aroma el corazón de los Padres, la ilusión, la perfección y la inocencia tan tangible que representan. Y como quisiera uno poder disfrutarlos en total atención como se hizo con el primero, poder pasar las horas mirando manitas y pies sin tener que salir de esa burbuja de amor… todo es diferente con los que llegan después del primero y todo se irá adaptando poco a poco.

Aprendemos a disfrutar del presente, de esos momentos en los que podemos hacerlo al 100%. Y porque nosotros también hemos cambiado primero al convertirnos en padres y después al serlo de más de un hijo.

A veces nos exigimos ser padres perfectos y queremos darles toda nuestra entrega a cada uno de los hijos/as. Malabarear con las necesidades de todos y las propias es todo un reto y como siempre, los grandes maestros serán ellos, grandes, medianos y pequeños que nos llevarán de la mano, maternidad a maternidad, haciendonos ver qué están bien, que lo hemos hecho con el corazón y la conciencia puestos y que ellos, seres maravillosos, han tomado el camino que les correspondía porque sin importar quién fue el primero, el segundo o el tercero, ellos simplemente SON y están aquí para caminar a nuestro lado.

Para saber un poco más…

Os recomendamos las lecturas de Tania Garcia «Hermanos: Educar la relación entre tus hijos» y los textos de Paola Roig sobre las Bimaternidades (Instagram: @paoroig)